martes, 8 de junio de 2010

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Meter al dolor en el cajón e introducirme dentro de la alegría. Ser capaz de entender que tú y yo jamás seremos más de lo que hemos sido, olvidarme del destino, dejar de suplicarle a un dios en el que no creo que nos vuelva a unir, guardar las casualidades para más tarde y asimilar que tu lengua no volverá a bailar en mi boca. Nunca. Jamás. Dejar de sentir que me muero si no te tengo dentro cuando el reloj marca la medianoche, agarrar el móvil y no pensar en que ojalá pudiese llamarte y hablar contigo hasta que el cielo cambie de color. Caminar sin tener que agachar la cabeza cuando veo que la gente ahí fuera se ama, se ama con mayúsculas, y que tú y yo no volveremos a tocarnos. Nunca. Jamás. Poder recordarte con una sonrisa, poder hablar de ti siendo consciente de que ya no estoy en tu vida, poder sentir que valgo, que no te necesito a mi lado. Comprender que todo ha sido perfecto entre tú y yo, y que como todas las historias se ha terminado. Aprender a no echar de menos tu aliento en mi piel, tu cabeza en mi hombro, tus ojos en los mios, tu boca en mi cintura, mi corazón en tu almohada, tu sexo en mi tráquea. Entenderlo. Sin más. Entender que tú y yo ya no volveremos a jugar. Nunca. Jamás.

3 comentarios:

Sr.Lobo dijo...

Es jodido. Pero yo que tu no agacharia la cabeza jamás. ¿Hincar la rodilla? Antes muerto. Y mientras hay vida hay esperanza, yo nunca concibo los " nunca" y " jamás" hasta haberlo dado todo siendo fiel a mí, sin perder un ápice de orgullo. Que jodido es tener esto último, pero es un mal necesario.
Saludos.

w dijo...

"Nunca y jamás" dicen que son inpronunciables... Bueno, no me importa, lo importante es el escrito, me ha gustado mucho, desgarra.

Saludos.

nay.Iam dijo...

me gusta mucho como escribes, da para darle mucho al tarro...