Aina se la conquista desde fuera del mundo y desde dentro del suyo propio. No podrás amarla sino la comprendes primero o mejor dicho, no te amará jamás sino intentas entenderla. Pierden irremediablemente el tiempo todos aquellos que pretendan lo contrario. Aina, mujer huidiza, de cerrojos sin llave maestra. Sólo el que la penetre desde dentro descubrirá los secretos de su corazón. Para ello se requiere paciencia y tiempo. No intentes presionarla, huirá. No quieras saber toda su vida en la primera cita, ni en la segunda, ni en la tercera, huirá. No la invites a cenar. Emborráchala, dale wisky y conversaciones trascendentes. Piérdete por los bares y finje conocerla de nuevo. Entiende su maravillosa rareza rara. Yo aprendí a quererla así, descifrando silencios. Sus silencios. No intenten romperlos con frases estúpidas...huirá. Ella dice más cuando calla que cuando habla. Y luego esos ojos. Aprendí a no intentar saber en todo momento lo que pasaba por su cabeza. Eso era utopía. Aprendí a colarme en su rutina. Era un privilegio que me dejara acompañarla a merodear por cualquier librería del centro o simplemente a comprar tabaco. También aprendí a hacerle el amor, a entender sus caricias y sus lábios cálidos. No fue fácil llegar hasta su corazón, pero ahora se que Aina ama con ese tipo de amor que te salva y te cura.
1 comentario:
Almas complejas y atormentadas...cuerpos en imterrogación constante... Un placer leerte.
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