jueves, 23 de septiembre de 2010

Entre las nubes.



Decían que amar era volar. Nos conocimos por casualidad y entre citas por probar una nueva línea aérea y la curiosidad de unas risas compartidas en tierra pasamos de largo la puerta de embarque y no nos dimos cuenta del despegue. La siguiente vez que un amigo nos preguntó ya viajábamos a velocidad de crucero en un cielo de sábanas blancas y gemidos. Yo tu comandante tú mi copiloto. Dejamos que la pasión pusiera el piloto automático y volcamos las manos en otras batallas. El vuelo fue precioso: paradas en las islas del deseo, hicimos el amor entre nubes, ...por fin un acompañante de vuelo. Fue precioso el vuelo. Mucho peor el aterrizaje. Desatendimos las normas en caso de fallo y sin chaleco salvavidas nos ahogamos en un mar de dudas. Llegó un momento en que empezamos a viajar a 600 malentendidos por hora fallaron los motores la rutina es combustible para otros viajes. No hará falta buscar la caja negra entre el fuselaje para conocer las razones de nuestro fracaso. Supongo que tenía razón esa canción que hablaba de que un hombre y una mujer son como aviones de papel: vuelan por un tiempo pero al final tiene que caer. Pero siempre hay más aeropuertos siempre se puede aterrizar de emergencia en otro presente en otros ojos y no puedo evitar plantearlo. Ahora que te tengo enfrente quiero preguntarte si por algún casual aceptarías ser mi copiloto. Prometo que volaremos. Ya negociaremos otro día el aterrizaje.


Marwan.

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